
Este lienzo está conformado por cinco secciones de tela cosidas a lo largo. Todas están compuestas por urdimbre y trama de algodón hilado y tejido a mano en ligamento sencillo y teñidas en añil; el lienzo del centro es un tono más bajo de azul. Por el reverso se observan múltiples retazos de tejidos de algodón en distintas saturaciones de añil, algunos más desgastados que otros. Los retazos están cosidos con hilo de algodón teñido en añil y se aplicaron con los lienzos por separado. Una vez terminada la labor de costura de retazos, los lienzos se cosieron entre sí. Pequeñas motas de algodón se esconden entre los pliegues de la costura, lo que nos hace pensar que es parte del relleno de un futon-ji.
La segunda mitad del siglo XX y, particularmente, las primeras dos décadas que llevamos de este siglo, han visto nacer publicaciones y exposiciones más o menos grandes en torno a los textiles de boro. En ellas, suele admirarse el revés de la pieza debido a la disposición de los parches que, tras cumplir con una función utilitaria, adoptan composiciones azarosas y dinámicas. En efecto: estas “caras parchadas” suelen ser los reveses y originalmente no estaban destinadas a ser vistas. El artista Atsushi Futatsuya, nacido en una familia dedicada a la elaboración de sashiko, cuenta cómo para muchas personas en Japón, estas piezas de boro son una muestra de vergüenza y de suciedad. Al mismo tiempo, sin embargo, nos hablan del cuidado, del esmero por remendar y prolongar la vida de un tejido. En 1932, Sōetsu fue una de las primeras personas en mostrar estas labores al mundo. En su diario, escribió: “… debió haber sido triste estar destinado a enfrentar la vida en la nieve del invierno, pero las maldiciones de la gente en contra de su destino no se reflejan en kogin [una versión de sashiko]. Lo que se refleja es su alegría por la creación.”[1]
[1] Museo de Arte Suntory, Minato, Tokio, Japón.