
La tela exterior está hecha de algodón hilado y tejido a mano en tejido sencillo. La urdimbre está teñida en añil de manera homogénea en un tono sumamente saturado, mientras que la trama se reservó en pequeñas secciones sin un orden preestablecido para obtener dos tonalidades de azul. Esta tela azul se cosió densamente con la técnica de sashiko. La prenda está enteramente forrada con una tela de manufactura industrial, hecha con hilos de algodón sin teñir. En los laterales bajo la solapa del cuello se empleó otra tela para el forro hecha a base de un tejido de seda en color ladrillo. Estas partes podrían serían visibles con el movimiento del cuerpo.
Este kimono contiene más de 30 diseños elaborados por una gran artista en su ramo, de quien desafortunadamente no conocemos su nombre. Los diseños incluyen algunos que hemos visto en ejemplos anteriores, como la corteza del pino, la hoja de la planta del cáñamo, los caparazones de tortuga, el crisantemo y la esvástica budista. A diferencia de las piezas que acabamos de ver, el sashiko de este kimono cumple una función meramente estética. Conforme las telas (y la ropa, en general) comenzaron a ser más fáciles de obtener, las prendas que requerían este trabajo de costura tanto para reforzarlas, como para alargar su tiempo de vida, recibieron menos demanda y se volvieron sinónimo de pobreza. En la década de 1920, el filósofo Yanagi Sōetsu y un grupo de artesanos (entre ellos, los ceramistas Hamada Shōji y Kawai Kanjirō) desarrollaron el concepto de mingei, que puede interpretarse como el equivalente de “arte popular”. Bajo esta filosofía, el sashiko fue una de las técnicas que volvió a apreciarse y a impulsarse. Actualmente, existen numerosas publicaciones, talleres, tutoriales y tiendas que ofrecen información, servicios y productos en torno a esta técnica.