Esmeralda, agua, azur :La alquimia del añil en Santiago Niltepec

Octaviano Pérez nos recibió con una sonrisa y una mirada curiosa bajo su sombrero de palma. Había sido un largo camino para llegar a Niltepec, en el distrito de Juchitán, con el fin de conocer a algunas de las pocas personas en Oaxaca que se dedican al cultivo del añil. Tras un proceso arduo y metódico, este tinte vegetal también conocido como jiquilite, se transforma en rocas azules, con las que es posible teñir de un sinnúmero de tonos de azul. Un grupo de amigos nos reunimos con Octaviano y su familia, doña Arcelia y José Ángel, para conocer los secretos de la planta que nos regala tanto el color del cielo a medianoche como el del horizonte límpido y claro.

Ropa de luces: espejillos y lentejuela bordada

“Traje de luces” se nombran las galas de los toreros, el atavío que visten ante el público en una corrida. Compuesto de “taleguilla” (un pantalón ceñido), chaleco, chaquetilla y “capote de paseo” (una capa corta), además de las medias, la montera (sombrero redondo) y las prendas interiores, se llama “traje de luces” porque está cubierto de bordados de canutillo (hilo metálico) y lentejuelas de oro, en el caso del matador, y de plata o azabache, en el caso de los peones que le asisten en la corrida. Unos y otros reflejan la luz con mil destellos. Semejante traje nos parece hoy día pintoresco y decididamente anacrónico, modelado como está en la moda española de finales del siglo XVIII, al estilo de los “majos” (jóvenes madrileños) que pintó Francisco de Goya… sin hablar del anacronismo moral, frente a la oposición creciente a la fiesta brava por el sufrimiento que infringe a los animales.